La planta basilical es un término relacionado a la arquitectura de los edificios públicos romanos, utilizados por la iglesia paleocristiana. Se trata de suntuosas edificaciones, que eran utilizadas en las antiguas Roma y Grecia, para desarrollar actividades importantes.
Estas salas rectangulares se usaron como mercados, lugares para desarrollar transacciones financieras, salones de justicia y sitios de reunión entre ciudadanos, pero con la llegada del cristianismo, se comenzaron a utilizar como templos, utilizándose ampliamente esta forma de construcción para las nuevas edificaciones religiosas.
Definición de basílica o planta basilical
En cuanto a arquitectura e historia del arte se refiere, la planta basilical es una nave con forma rectangular y con uno o más ábsides en el testero, con naves adicionales, siempre en números impares, que son separadas por columnas en las que se apoyan arcos de tipo romano. Estas naves terminan en el ábside, sitio en el cual se coloca el altar.
Aunque son muy parecidas, una basílica cristiana no es idéntica a una planta basilical paleocristiana y no deben confundirse. Comparten todas las características, excepto que la última posee naves longitudinales sin transepto, pero muchas basílicas cristianas si lo poseen.
Con el paso de los siglos este estilo arquitectónico básico fue sufriendo modificaciones que resultaron en las formas de cruz latina y cruz griega, tomando mucho auge en todas las nuevas construcciones. El estilo básico de las basílicas también ha perdurado en el tiempo llegando hasta la época moderna.
Historia y usos
El término basílica proviene originalmente del griego βασιλικ, que fonéticamente suena como basilike, y que significa “real”, siendo parte de una expresión completa, βασιλική οἰκία, que se traduce como “casa real”. Las construcciones de forma basilical tienen este nombre, porque estaban destinadas a funcionar como tribunales.
Fue con la llegada del cristianismo que se comenzó a utilizar estructuras de forma basilical para los nuevos templos que se iban erigiendo, luego de que Constantino el Grande emitiera su consentimiento y tolerancia hacia el cristianismo y se permitiera el culto a esta religión.
Antes de esto, las basílicas romanas eran utilizadas como centros de reunión, utilizándose como sitio para realizar operaciones financieras, foros, tribunales, mercados y muy escasamente a cultos religiosos.
De este momento histórico quedaron edificaciones como la Basílica de Majencio, que fue culminada por Constantino y se convirtió en uno de los edificios más importantes e imponentes de su época.
La iluminación de la planta basilical se consigue por medio de ventanas grandes, abiertas en su parte posterior y que llevan por nombre “claristorio”. Su nombre se refiere a que permiten que ingrese la claridad o la luz al interior de la nave.
Se utilizaban vitrales y alabastro sin pintar, para conseguir disminuir la entrada de luz en caso de ser necesario. En particular, los vitrales las volvían mucho más suntuosas, como se menciona en los registros escritos de San Juan Crisóstomo.
El adorno interior, se componía de cuadros, molduras clásicas, mosaicos y los ábsides siempre decorados de una forma magnífica, un estilo arquitectónico que permanece hasta nuestra época.
Durante los primeros tiempos de la tranquilidad constantiniana, esta infraestructura rectangular se utilizó para iglesias, pero también se desarrollaron algunas de menor tamaño y que usaban como capilla sepulcral para los mártires, algunas de ellas adoptando formas diferentes al rectángulo, como circulares y cruciformes, dividiéndose además en basílicas mayores o menores.